jueves, 30 de octubre de 2008

Flashes

Dominada por la parálisis, me subo al colectivo.
Cada vez que me desplazo, surgen las palabras. Como centímetros en el camino que recorro, las sílabas se unen y sus uniones tienen sentido. En el mismo momento en que me detengo para capturarlas, se desvanecen en el fino aire que me rodea. Esquivas a las redes de mis lápices, las palabras surgen solamente cuando estoy en viaje. En este momento y mientras escribo esto me doy cuenta de que las palabras son el viaje, son la manera de llegar a tantos destinos diferentes... Solía pensar la hoja en blanco como todos los mundos posibles, mucho más que un Alef: la Biblioteca de Babel misma. Ahora, mientras releo mis propias palabras, mientras re-corro lo que anduve, veo que las oraciones se contorsionan en senderos que delinean el mundo, que nos llevan a lo que sabemos que está ahí o a lo que ignoramos detrás de la próxima curva.
No sé lo que me depare el destino, no puedo ver más allá de la curva de esta noche, pero mientras me muevo por el teclado, las palabras forman oraciones y sus distancias me alejan del dolor.
El colectivo se detiene y las imágenes no valen la pena ser retenidas: son sólo historias tristes, dolorosas, nada como lo que solía ver cuando él aún estaba conmigo. A su lado, escribí la única historia feliz que tengo en mi haber. Tal vez, sólo esa escriba en mi vida.
Mientras tanto, la antigua miseria ha vuelto a poblar mis duelos de papel y lápiz.

martes, 14 de octubre de 2008

Momentos

Como escritores, la vida es puro material sin procesar. No siempre el material es maleable.
Como todo sistema de información, nuestro cerebro es suceptible de sobrecargarse. En este momento tengo una sobrecarga y un vacío que ya no se llena.
¿Cómo se escribe en momentos así? ¿Cómo encontrar la voz que juega con cada cosa cuando está inundada en lágrimas?
No puedo escaparme de esas sensaciones ni puedo dejar de ligarlas a los hechos particulares del caso. No logro procesar y rearticular. No logro escribir. El mundo se volvió duro, impenetrable.
La vida tiene momentos de recapitulación, de realistamiento de tropas (como diría papá), de reaoganizar pensamientos (como diría mamá), de meterse a la ducha y que el agua se lleve las lágrimas disfrazadas (diría yo).
Lo único que me sale en este momento me suena un eco de mi propia voz: "Te extraño."
No hay soledad más atroz que la de la ausencia, no hay dolor más grande que el amor.

viernes, 10 de octubre de 2008

Monólogo interno

Lo difícil del monólogo interno no es, como muchos pueden pensar, lograr el corte de la linealidad. No. La línea se corta sola cuando uno comienza a divagar y se deja llevar olvidando que escribe. Lo realmente dificil es meterse en los pensamientos del otro, lograr ser esponja y dejarse empapar por palabras y asociaciones que no nos pertenecen. No siendo esto bastante dificil, se nos plantea el hecho de adoptar una lengua que, tal vez, no nos pertenezca. Esto va a suceder si logramos alejarnos de nosotros mismos. En ese caso las dificultades crecen. Cuando uno hace las cosas bien, los peligros parecen multiplicarse.
Casi sucede lo mismo en la vida real, donde las personas realizan acciones que interpretamos desde nosotros mismos, incapaces de entender sus razonamientos o siquiera de intuirlos, los juzgamos (cosa inevitable) y hasta osamos sacar conclusiones.
Los personajes son entoces víctimas de escritores que, como personas, no logran sentir más allá de su pequeño mundo personal, que no logran solidarizarse con otras formas de divague y que, entonces en sus ropas de escritor no logran escapar a los estereotipos o a su lengua (la que todo lo llena y abarca ciñéndose sobre nosotros como unmonstruo en estos momentos) a las suposiciones o a los juicios.
Sea como sea, en el papel y en la vida, los zapatos ajenos son la cosa más molesta y más difícil de calzar.

viernes, 3 de octubre de 2008

De amores y cópulas

Leyendo por ahí, entre hojas perdidas, he llegado a la conclusión de que escribir y hacer el amor, son muy parecidos.
Uno comienza de la forma más atractiva posible y poco a poco va desplegando encantos para mantener la atención fija en nuestras acciones: las palabras acarician las superficies suaves de las hojas, las pulen en haces de luz hasta dar esa chispa de colores inciertos pero brillantes que, en un instante, inunda de significado el texto y lo deja empapado de sensaciones.
El lector, en este punto, cautivado por la lectura no puede detenerse y continúa, sigue sin pensar, incapaz de dejarla hasta llegar al último punto, al final.
Abrazados entre las letras, lector y escritor, se deslizan por las palabras en una dupla imposible, real pero imaginaria: el lector existe y siente placer con las acciones del escritor que también existe y siente el placer de hacer gozar al lector aunque los dos no existan juntos nunca. Los lectores se multiplican y esa faz que el escritor pudo entrever mientras escribía, ese amante ideal que entenderá todos sus giros, cópulas y adyacencias, se vuelve caprichoso, inconstante, ciclotímico. El terror inunda al escritor que, llegando al climax, se derrumba por el declive del placer que le otorga hace gozar al otro y se estrella en esa masa polifacética y cambiante que lo aterra. Cuando la lectura haya terminado, el terror disipado de la muerte se externderá por los mienbros de quien escribe y lo llevará a acariciar las teclas una vez más, a recomebzar el idilio porque, aunque no sea perfecto, el lector es nuestro amante preferido.