A veces uno está inspirado.
No es que quiera hablar en desmedro del trabajo de la escritura, pero creo que uno tiene esos días en que las letras fluyen con tanta facilidad que cualquier otro intento, en cualquier otro día y lugar, parece un terrible tormento.
Uno puede pasarse años esperando ese momento si sólo se deja llevar por las ganas y las energías, después de todo ¿quién tiene energías en las ciudades de hoy día?
Sin embargo... y sí, se la veían venir...
Cuando uno no puede escribir, sentarse y esforzarse puede resultar en un bloqueo aún más grande que la mera falta de ganas: la constante tentativa de plasmar nuestros pensamientos puede llevarnos a la desesperación si no lo logramos o, aún peor, el permanente esfuerzo por encontrar temas de representación puede llevarnos a un agotamiento mental. Claro que, si no encontramos temas en la gran ciudad, llena de tipos y caracteres, ¿dónde vamos a hacerlo?
En cualquier otro lado, después de todo no es lo interesante el espectáculo sino la lente con la que se lo mira la que lo vuelve escribible, ¿o me lo van a negar? Ahora es cuando arguyen que hay cosas realmente desopilantes que uno no puede dejar pasar, pero entonces hay que tener en cuenta que no todos estamos hechos para escribir sobre "desopilaciones".
Los habitantes de la gran ciudad sabemos que, para poder escribirla, hay que ser parte de ella y, al mismo tiempo, mirarla como turista. O sea, hay que ser la mejor esponja de la Michelin (y ver el paisaje ajeno como propio de tanto conocerlo) o el mejor niño eterno (y jamás perder la capacidad de sorpresa frente a lo que tenemos delante).
Sea como sea, entre talento y trabajo hay un fino equilibrio que es difícil de mantener agotados por las exigencias de las ciudades pero imposible de lograr sin su permanente inspiración.
3 comentarios:
Tanto en la ciudad como en un pueblo pequeño se pueden encontrar multitud de caracteres para crear nuestros personajes. La mirada desde fuera (o desde arriba) es necesaria, per también hay que acotar el terreno y ceñirse a un barrio, por ejemplo, donde poder contactar con la gente y captar de ellos su esencia. Hilo a hilo de sus vidas, tejeremos otras vidas de ficción.
Inspiración... mmm. Suena romantico pero no sé, tengo mis reparos.
Liliana Heker dice lo siguiente: "Las ganas de escribir vienen escribiendo. Es inútil esperar el instante perfecto, aquel en que todos los problemas del mundo exterior han desparecido y solo existe el deseo compulsivo de sentarse y escribir: ese instante de perfección es altamente improbable. En general, uno se sienta a escribir venciendo cierta resistencia (salir del estado de ocio no es natural), uno oficia ciertos ritos dilatorios, uno, por fin, con cierta cautela, escribe. Y en algún momento descubre que esta sumergido hasta los pelos, que los problemas del mundo exterior han desaparecido, y que no existe otra cosa que el deseo compulsivo de escribir."
Quizás el punto esté en saber trabajar para encontrar la "inspiración".
Sds de Tze.
Martikka: Yo creo que una de as cosas que da la gran ciudad es el anonimato. Larga vida al anonimato: escondidos en él podemos reinventar todas las vidas que queramos, pero si, por una de esas casualdiades de la vida, cayéramos en un pequeño peblo y ahí nos quedáramos para escribirlo: seríamos pronto alimento de llamas...
Red Fish: No me refería al momento de clarividencia vática, sino al constante espoleo que las caras, los gestos y las posturas ejercen en nosotros. A mí me resulta impsible menearme por ahí ajena a la gente o a los cielos. Para mí la inspiración viene de esas pequeñas cosas que "vemos" y que, más tarde, se hacen materia de cuento.
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