Dominada por la parálisis, me subo al colectivo.
Cada vez que me desplazo, surgen las palabras. Como centímetros en el camino que recorro, las sílabas se unen y sus uniones tienen sentido. En el mismo momento en que me detengo para capturarlas, se desvanecen en el fino aire que me rodea. Esquivas a las redes de mis lápices, las palabras surgen solamente cuando estoy en viaje. En este momento y mientras escribo esto me doy cuenta de que las palabras son el viaje, son la manera de llegar a tantos destinos diferentes... Solía pensar la hoja en blanco como todos los mundos posibles, mucho más que un Alef: la Biblioteca de Babel misma. Ahora, mientras releo mis propias palabras, mientras re-corro lo que anduve, veo que las oraciones se contorsionan en senderos que delinean el mundo, que nos llevan a lo que sabemos que está ahí o a lo que ignoramos detrás de la próxima curva.
No sé lo que me depare el destino, no puedo ver más allá de la curva de esta noche, pero mientras me muevo por el teclado, las palabras forman oraciones y sus distancias me alejan del dolor.
El colectivo se detiene y las imágenes no valen la pena ser retenidas: son sólo historias tristes, dolorosas, nada como lo que solía ver cuando él aún estaba conmigo. A su lado, escribí la única historia feliz que tengo en mi haber. Tal vez, sólo esa escriba en mi vida.
Mientras tanto, la antigua miseria ha vuelto a poblar mis duelos de papel y lápiz.
2 comentarios:
Duelo, papel, lápiz, miserias, tristeza...Creo que cuando estamos tristes escribimos mejor y más profundo. El alma desgarrada se expresa más intensa, y así se libera.
Yo estoy de acuerdo pero a veces, y sólo a veces, el dolor es tan profundo que lo puebla todo y se interpone en cada silencio, callándolo todo.
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